Algunos nacemos con tendencia a la melancolía, algo que el paso del tiempo no hace más que acrecentar. Seguimos aferrados a la idea de que la tierra de Nunca Jamás existe, aunque no sepamos cómo llegar. Echamos la vista atrás y soñamos, soñamos mucho.
Una utopía, una estupidez quizás, que parece hacerse realidad al escuchar “Go”, el primer trabajo en solitario de Jónsi Birgisson y un nuevo paso en esa exaltación del optimismo y la paz a golpe de tambor, flautas y cuerdas que era “Med Sud I Eyrum Vid Spilum Endalaust”.
En el mundo de Birgisson las palomas vuelan libres, los chiquillos se encaraman a los árboles para echarle un vistazo al mundo que queda más allá de las montañas, todos aprendemos de nuestros errores y el ser humano es bueno por naturaleza. Pero Nunca Jamás no existe, por eso necesitamos discos como “Go”, el excesivo delirio de un músico extraño e introvertido, pero un delirio que, escuchado a primera hora de la mañana, da las fuerzas suficientes para enfrentarse al día quince mil setecientos setenta y dos y a todos los siguientes.
“Go” no es una obra maestra, pero sí es un precioso y exaltado disco que bebe del mismo espíritu del que bebieron Saint-Exupéry, Sendak o Lamorisse para crear “El principito”, “Donde viven los monstruos” o “El globo rojo".

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